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Yendo hacia el norte en el interior de la Escandinavia, acercàndose a Flisa, se
encuentra de todo, desde los bosques de abedules o de abetos, a los sembrados
de avena y otras cultivaciones, a las aldeas con casitas de maderas pintadas de
varios colores, a las Iglesias. Son pequeñas construcciones de madera, que resaltan
con el candor de su color blanco en medio a los campos verdes o a veces en verano,
florecidos con un manto fucsia.
Las pequeñas Iglesias de campaña, o mejor dicho de las aldeas ( y también de
algunas ciudades), son casi siempre circundadas por las tumbas enterradas de
los pobladores pasados a mejor vida, casi como si las mismas no quisieran
perder el contacto con ellos. Los vivos continùan sus existencias en las casas, a
lo largo de las rutas y caminos, en los centros de encuentros sociales (compreso
los Centros Comerciales y primero de todo, los café) mientras aquéllos que se
fueron quedan, en cualquier modo, allì cerca, a un paso, en torno a la Iglesia.
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